Silvia, ya sé que estás desanimada porque crees que no tienes futuro. Que todo irá a peor. Que a tus 25 años no encontrarás el trabajo que quisieras, no tendrás dinero suficiente para vivir como quisieras. Que tus amigas y amigos están todos igual. Que el mundo es una mierda y encima hace cada vez más calor.

Y yo, la verdad, no puedo hacer mucho por animarte. Me duele en el alma de ver cómo te hundes en el sofá donde pasas gran parte del día, después de haber dormido hasta las once de la mañana, o cómo te hundes en el instagram para ver el último look de la narcisista de moda o para grabarte a ti misma mostrando tu último tatuaje. El enésimo.

Todo lo que te puedo decir te puede sonar a discurso de la abuelita. Pero mira, ¿sabes qué? Llegadas a este punto, no me importa gran cosa parecer lo que soy, porque no voy a ir de guay, fingiendo una empatía postiza para quedar bien contigo. No voy a pasar por alto lo que me parece un error garrafal, y menos viniendo de una persona a la que quiero tanto.

De manera que, a riesgo de que te enfades y no vuelvas a hablar conmigo, de que creas que no te comprendo y que no soy sensible a los problemas de los jóvenes de hoy… te voy a decir lo que pienso.

Pienso que nunca se consiguió nada tumbándose en el sofá y lamiéndose las heridas. Todos los cambios a mejor han costado lo que no está escrito. Y alguien los peleó en su momento. Bueno, no “alguien”, sino muchas personas que no se conformaban. ¿De verdad crees que las cosas pueden llegar a cambiar sin hacer nada por conseguirlo?

Pero pienso que igual tienes razón y no hay futuro, a pesar de lo que llega a luchar mucha gente por cambiar las cosas. De acuerdo, tal vez nos va demasiado grande todo. ¿Qué hacemos entonces? ¿Vegetar hasta morir?

También pienso que, aunque no haya futuro, hay presente, porque sólo tenemos una vida y no podemos pasarla lamentándonos. Vaya tristeza y despilfarro. ¿O quizá nos gustamos más tristes?

Pienso que no tenemos en cuenta lo bien que vivimos, si comparamos con lo mal que lo pasa mucha gente. Y que nuestra angustia existencial es un lujo que nos podemos permitir los bien alimentados.

Pienso que hay cantidad de cosas interesantes a nuestro alrededor, que no tienen nada que ver con nosotras. La tierra, el bosque, el río, los pájaros, la música, el arte, la literatura, las estrellas… ¿Qué es mejor, perder las ganas de explorarlas, o recuperar ese asombro de cuando éramos niñas y cualquier cosa nos maravillaba? Mira la niña de la foto, contemplando absorta un renacuajo.

Pienso que hay cantidad de buena gente, cuya vida es puro compromiso y está orientada al bienestar de todos, por naif que te suene. Y con estas personas, que no están amargadas, no te juntas, no te acercas, no buscas su influencia. No te atraen, a pesar de que contagian algo muy parecido a la felicidad.

Y pienso, además, que deberías levantarte del sofá y mirar fuera de ti de una puta vez. Ni que sea por probar a ver qué pasa.

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