Salimos emocionados y removidos con Siempre nos quedará mañana. Es una historia simbólica, que reúne buena parte de las situaciones de injusticia que las mujeres han tardado siglos en reparar… y de las que todavía quedan rescoldos.

Aunque parece que una mayoría de las críticas son positivas, me ha sorprendido la visión tan negativa publicada en EAM (El antepenúltimo mohicano), que, entre otras cosas, asevera: una película fallida precisamente porque viene con un reclinatorio incorporado, una imposibilidad de disentir con ella, una mirada aleccionadora y fácil y plomiza y llena de trampas que busca la complicidad automática del público desde la primera escena.

He leído esta crítica dos veces, entre otras cosas porque entiendo que es la opinión de un experto en cine, por tanto, merece un respeto y toca tenerla en cuenta. Pero no consigo coincidir con ninguna de las observaciones. Luego he encontrado algunas otras visiones negativas. No muchas, pero en la misma línea.

Es curioso esto que me pasa con las críticas cinematográficas. Debe ser que no entiendo mucho de cine. Ciertamente, la mayoría de las veces coincido con las críticas… pero creo que es una mayoría muy raspada. Además, acabo disociando lo que es una “buena película” del hecho de que me guste.

Por un lado, hay películas que percibo que son buenas, incluso obras maestras y que, sin embargo, no me gustan. Vete a saber por qué. Deberían gustarme, ¿no? Pues no. Eso me pasa con Muerte en Venecia, Novecento o la última versión de Blade Runner. Lo que no puedo hacer es engañarme a mí misma y autoconvencerme de que me gustan porque, siendo tan buenas, “me deberían gustar”.

La otra cara de la moneda son las películas que tienen bastante mala crítica y que, sin embargo, me gustan mucho y vería una docena de veces, como por ejemplo El imperio del sol.

Ahora bien, constato que frecuentemente mis valoraciones positivas del cine “social” – como la obra de Ken Loach o la de Michael Moore- contrastan con las calificaciones de cine demagógico, sentimentaloide, tramposo, dogmático…

Espero estar equivocada, pero da la impresión de que hay que pedir perdón por llamar injusticia a la injusticia. Que lo inteligente y cultivado es denunciar de una manera tan sutil y elevada que sólo unas pocas mentes pillen el tono de denuncia. Como si la claridad fuera una vulgaridad.

No sé si será casualidad, pero todas mis amigas que han visto esta película la consideran buenísima. Y las pocas, pero contundentes críticas negativas que he leído son de varones. ¡De verdad que espero que sea casualidad!

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