Por muy joven que me sienta no lo soy. Soy vieja porque hoy, sábado 13 de abril, cumpliré 70 años. ¡Eso no es ser joven! No puedo ir a reclamar mi carnet joven a la Generalitat con el argumento de que “me siento joven”.

Mi edad no me amarga, sino que me pone contenta. Tengo motivos. En la cuenta de resultados, con los años he perdido, he mantenido y he ganado. Al final, el saldo es para estar agradecida a la vida, en definitiva, para no tener derecho alguno a quejarme ni cinco minutos.

Lista rápida de lo que he perdido, mantenido y ganado:

He perdido memoria. Vale, es un tópico, pero es verdad. Me fastidia bastante, por ejemplo, no recordar nombres de personas, no recordar de repente el nombre de una cosa corriente, que se me mezclen en la memoria las excursiones que he hecho en la vida…

He perdido velocidad. Camino más lento, corro más lento, hablo más lento. En el gimnasio, las series se me agotan en menos movimientos. Por ejemplo, el entrenador dice “repetid quince veces” y cuando las demás acaban, yo he repetido doce con suerte. En la montaña, mis reseñas de hace treinta años declaraban algo así como “Arista NW del Astazou, 5 horas” y la última vez que escalamos esta bonita ruta  tardamos más de 7 horas.

He perdido amigos y amigas que abandonaron este mundo siempre prematuramente, dejando un vacío imposible de llenar. No hay día que no piense en alguno de ellos. Conservo fotos, objetos, incluso ropa suya que me pongo. Soy deudora de su influencia y sé que ésta todavía me define y me alimenta.

He mantenido mi sentido del humor, afortunadamente. Todavía se me escapan las lágrimas de risa, todavía veo el lado cómico de las situaciones, de los conflictos, de las conversaciones. Ostras, esto lo vivo como una suerte.

He mantenido mi curiosidad por la sociedad y por la naturaleza. No soy experta en nada. Me gusta meter la nariz en temas diversos que no domino (geografía, pájaros, plantas, bichos, astronomía, cine… ) y hacer muchas cosas que no hago bien (correr, bailar, esquiar, escalar, descender barrancos, contar historias, escribir…). El problema es que me interesan demasiadas cosas y nunca he sido capaz de especializarme en una. Está claro que la excelencia no es lo mío.

He mantenido mi gusto por resolver problemas. Que no quiere decir que lo consiga, sino que me atrae desde siempre el ponerme enseguida a buscar soluciones. No puedo evitarlo. Lo que ocurre es que la tendencia a actuar de inmediato va en contra de la reflexión, y esto acaba pasando factura.

He ganado manchas, pecas, canas y arrugas. De verdad que es una ganancia, porque en parte es cierto que la experiencia de la vida te proporciona una buena atalaya. Además, parece mentira, pero si eres vieja muchas veces la gente te atribuye cierta sabiduría y competencia sólo por serlo. Bueno, confieso que a veces me aprovecho y disfruto de esos pequeños momentos de respeto.

He ganado perspicacia. Ahora es más difícil que me engañen. A los gilipollas los veo de lejos. Tengo la sensación de que por muchas estaciones mi tren ya ha pasado y ya sé de qué va el asunto. Sin embargo, siempre he preferido confiar en las personas antes que desconfiar, aunque fuera a costa de llevarme de vez en cuando un buen chasco. Pero cuando coleccionas chascos, creces y maduras. Todo eso que tienes.

He ganado muchas y muy variadas amistades, el gran regalo d ela vida. Me encanta encontrar en el conjunto una mezcla heterogénea de edades, procedencias, orientaciones políticas, ocupaciones, intereses. Es una macedonia cargada de vitaminas para el espíritu.

Bueno, que hoy cumplo 70 años. Y me voy de excursión con mis amigas a una zona que no conozco en absoluto. Y mañana voy a correr la Salomon Run 5K, que tampoco la he corrido nunca.

¡No se me ocurre mejor manera de celebrar mi cumpleaños!

En la foto, una sección de mi bonita colección de arrugas.

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