¡Una semana santa ejerciendo de abuelos intensivos da mucho de sí!

Cuando una niña de cuatro años se queda sin escuela, sus padres trabajan y tiene la fortuna de contar con abuela y abuelo, asume por defecto que éstos van a ser polivalentes y funcionarán como compañeros de juegos, maestras, monitores de extraescolares y sustitutos de mamá y papá.

Por supuesto, por muy concienciada que una esté, resulta muy difícil guardar el equilibrio entre no dejarse tomar el pelo por la criatura y querérselo dejar porque te la comerías a besos.

Al final, esta semana ha resultado un programa intenso y variado:

  1. Ir a comprar al súper que hay frente a la casa. Armadas con una lista y un lápiz para ir tachando lo que íbamos metiendo en el carro. No ha faltado el momento de súplica para comprar un paquete de galletas de esas que no le dejan comer cada día.
  2. Ir a jugar al parque en una bicicleta que pesa lo que no está escrito. Los parques funcionan como  zonas de fitness infantil llenas de aparatos, pero también jugamos a hacer burbujas de jabón, a pintar una rayuela en el suelo con tizas de colores, al un-dos-tres-pica-pared y, sobre todo -¡esto es lo más apreciado!- a montar una tiendecita, que esta vez ha sido una floristería, a base de esquilmar florecitas silvestres de los alrededores.
  3. Ir un día a la piscina climatizada del balneario, en horario infantil. Esto es sólo para contadas ocasiones, pero una de éstas es precisamente con los abuelos. La novedad de esta temporada ha sido atreverse a sumergir la cabeza en el agua.
  4. Leer cuentos. Es decir, la abuela o el abuelo leen y la nieta se fija en las ilustraciones y corrige si no lo haces bien. Esta semana han triunfado los cuentos de la colección Pequeña y Grande, que saca regularmente de la biblioteca.
  5. Bailar, con un tutú heredado, imitando los movimientos de bailarinas infantiles en vídeos de danza clásica. Esto tiene la ventaja de que los episodios son muy breves
  6. Ver una película, Ballerina, aprovechando la reciente afición por la danza. Es una película de animación dulce pero no empalagosa, muy bien hecha, llena de acción pero no demasiado trepidante. Es bastante larga -una hora y media-, pero mantuvo hipnotizada a la criatura durante todo el rato. También hemos visto episodios de Bluey, que me parecen dibujos muy divertidos e inteligentes.
  7. Jugar a cartas. Confieso que ya estoy esperando a que cumpla ocho años para enseñarle a jugar al póker, pero de momento vamos practicando con otros juegos. Hemos descubierto dos muy divertidos: el Medio Monstruo y el Piou Piou. El primero incluso funciona con sólo dos jugadores, pero para el segundo hay que ser al menos tres y hemos llegado a jugar  los cinco: mamá, papa, la criatura y los abuelos.

Por supuesto, esta semanita hemos hecho otras cosas: escribir, pintar, cocinar, poner la mesa, quitar la mesa, correr por el bosque, cantar (esto es compatible con todo lo demás), escondernos por la casa y encontrarnos, ir a merendar a una pastelería alguna cosita semiprohibida, montar en el comedor una tienda de campaña con una manta y jugar al hospital…

Me llevé una buena novela para avanzar durante esta semana, pero por la noche apenas podía leer dos páginas… ¡estaba molida!

 

Share This