El domingo pasado corrí una vez más la Cursa dels Bombers (Carrera de los Bomberos), una de las que más me gustan. La completé en una hora y ocho minutos, lo mismo que la última vez, hace cuatro años, antes de la pandemia.
Este suele ser ahora mi tiempo en las carreras de 10 kilómetros, lo que popularmente se conoce como trote cochinero. Mi admirado Miquel Pucurull, que acaba de publicar un nuevo libro, se ha inventado una palabra maravillosa para definirlo: corrinyar, correr despacito, en plan tranquilo, pim-pam… ¡Me encanta esta palabra!
Tengo claro que ya no voy a superar esta marca o, lo que viene a ser lo mismo, correr a más de 8,8 km/h o 6,48 minutos el kilómetro. Bueno, tampoco voy a intentarlo, ya me está bien. Me conformo con acabar las carreras, porque en realidad las uso como acicate para entrenar y no al revés. Lo que más valoro de ellas es el entrenamiento que me proporcionan.
Hay muchas cosas que me gustan de la Cursa dels Bombers. El ambiente es festivo y magnífico, una cita en la que muchos coinciden cada año y conocen de memoria el itinerario, cuyo punto clave es el tramo de subida de la Avinguda Paral·lel, en los primeros kilómetros. Cuando se abandona este tramo, los corredores y corredoras aplauden: saben que lo más duro ha pasado.
A lo largo de la ruta hay instalados coches de bomberos que van animando a los corredores. Y también bomberos que corren con todo el equipo a cuestas, casco incluído, lo que tiene muchísimo mérito y todavía más el domingo pasado, que fue muy caluroso.
También es altamente motivador ver participar al colectivo Incluyendo Sonrisas. Coincidí con este grupo hacia el final del recorrido y fue la mejor de las compañías para acabarlo.
Remata la fiesta la tradición de hacerte una foto con alguno de los bomberos. Puede parecer una horterada, pero la verdad es que siempre me hace ilusión.
Sin embargo, hay otras cosas que este año no me gustaron tanto:
Por un lado, el aprovisionamiento de agua me pareció caótico y un poco pobre, sobre todo al final, dónde otras veces te ofrecen fruta o incluso alguna bebida isotónica.
La camiseta de lycra me la puse disciplinadamente por colaborar con la imagen de la carrera, pero me pareció también bastante menos estética y agradable al tacto que en anteriores ocasiones. Tal vez es que yo tampoco soy muy fan de la lycra.
Me pregunto si no sería posible copiar el modelo de una carrera británica en la que cuando te inscribes te dan a escoger entre llevarte una camiseta o bien plantar tres árboles. Obviamente, no los plantas tu, pero decides renunciar a una prenda que en realidad no necesitas a favor de una reforestación que sí es necesaria.
Ahora bien, lo que más me fastidia es la ausencia de categorías por edades. Aunque mi interés competitivo es nulo, me resulta estimulante que se diferencien las generaciones, porque obviamente no es lo mismo correr a los 30 que a los 60. Y de paso, ves cuánta gente corre de tu edad.
A pesar de todo, creo que la Cursa dels Bombers es muy recomendable, de lo mejorcito para correr por Barcelona con alegría. Falta un año para la próxima pero para empezar a ilusionarse con ella, nada mejor que leer el blog de Miquel Pucurull o el blog Maldito Running, que ofrece descripciones detalladísimas y consejos para un buen número de carreras.
Yo quería participar. Iba a ser mi segundo 10K después del de la Maratón de este año, que fue mi estreno… a los 55 años. Pero entre una cosa y otra al final no me animé. Quizás me echó para atrás tanta gente (creo que fueron 12.000 los inscritos), pero puede que ése sea uno de los alicientes, la popularidad. En fin, igual me apunto para la del año que viene.