Hace 24 años murió Jacques-Yves Cousteau, el oceanógrafo y divulgador científico francés que fue el primero en alertar acerca de los peligros a los que se enfrentarían las futuras generaciones ante el deterioro de nuestro planeta.
Si los océanos de nuestra Tierra murieran -esto es, si, de algún modo, la vida de pronto desapareciera-, sería la más formidable, pero también la más definitiva, de las catástrofes en la historia atormentada del hombre y de los demás animales que con él comparten este planeta, afirmaba el Comandante Cousteau.
Su preocupación le llevó a publicar en 1979 un documento que tituló Carta de Derechos de las Generaciones Futuras con la intención de que fuera adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, cosa que no se llegó a cumplir.
A pesar de ello, sus investigaciones, sus documentales, sus inventos y aventuras en los mares a bordo de su nave Calypso ejercieron una influencia notable en el desarrollo de la conciencia ecológica durante el siglo pasado y difícilmente alguien podría oponerse hoy a una Carta de Derechos cuyo primer artículo afirma:
Las generaciones futuras tienen el derecho a una Tierra sin contaminación ni destrucción para su disfrute como el escenario de la historia de la humanidad, de su cultura y de los lazos sociales que hacen a cada generación e individuo, miembro de la familia humana.
Durante los últimos años, niños y niñas de Primaria en dos lugares bien distintos, Gijón (Asturias) y Cartagena (Murcia) han estado luchando por este derecho concretado en la conservación y protección de la vida marina, desarrollando sendos proyectos de aprendizaje-servicio:
En el proyecto El Mar Menor de los Niños, alumnado de 5º de Primaria del CEIP La Asomada de Cartagena analiza los problemas de contaminación del Mar Menor y proponen soluciones concretas a cada uno de ellos, interpelando a la Administración Pública. De este proyecto surge la ILM (Iniciativa Legislativa de Menores) que elabora un Decálogo de Derechos de la Infancia y la Juventud con el Mar Menor, recogiendo el derecho de los niños y niñas a disfrutar de un territorio singular que forma parte de su paisaje, su cultura y su historia.
En el proyecto La Mar de Vida, el alumnado de 4º de Primaria del Colegio La Corolla de Gijón, con el objetivo de concienciar a la ciudadanía sobre la necesidad de defender la vida submarina y de eliminar los residuos (especialmente plásticos de un solo uso) de nuestros mares, organiza una campaña de sensibilización por el logro del ODS 14 “Conservar y utilizar sosteniblemente los océanos, los mares y los recursos marinos”, desplegando diferentes iniciativas y formatos para llegar a todas las personas: Exposición de cartelería en diferentes puntos de Gijón, charlas de mano de la Sociedad Internacional de Bioética, vídeos en redes sociales, participación en iniciativas locales como Plastic Free Cantábrico e internacionales como Splash Trash, recogidas de “basuraleza” e inauguración de la base de datos Diversimar de ciencia ciudadana.
Estos niños y niñas no están reclamando bañarse en una piscina o una playa privada, ni visitar a un parque acuático… Por el contrario, están reclamando el bien común, para todos, para el ahora y para el mañana. Han comprendido perfectamente la frase Sin agua no hay vida, sin azul no hay verde de Sylvia Earle, bióloga y exploradora marina, Premio Princesa de Asturias de la Concordia 2018.
Y lo hacen a través de actuaciones de alta calidad pedagógica, involucrando contenidos de muchas asignaturas. Pero no se limitan a observar, estudiar, clasificar, analizar y sacar conclusiones, aunque si sólo hicieran eso ya merecería muchísimo la pena.
Sus acciones tienen también una alta calidad en compromiso social. Se mezclan con los científicos, interpelan a los políticos, luchan para ser escuchados, elaboran propuestas de mejora y persiguen que se tengan en cuenta.
La escuela se convierte, con estos proyectos, en una especie de Calypso que es, a la vez, equipo de investigación y colectivo de activismo solidario.
Hacen política. Son, sin duda ciudadanos y ciudadanas del presente y ojalá, como líderes en el futuro, puedan conducir el necesario giro total a la destrucción de la naturaleza que hemos perpetrado los adultos.
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