Nos hemos pasado casi todo el 2020 atónitos, bloqueados, deprimidos, confusos, desorientados, sedientos de explicaciones… aunque tuvimos la suerte de contar con sociólogos, filósofos, economistas, epidemiólogos, que pusieron un poco de luz en la oscuridad de nuestras inseguridades.
Nos aferramos a todo lo que alimentaba un poco nuestro ánimo: los aplausos a las ocho, el descubrimiento de la solidaridad vecinal, los pequeños paseos, las fiestas en los balcones, las conversaciones de whatsapp con la familia y amistades…
Intentamos no sucumbir al desánimo viendo cosas buenas en todas partes: el monstruo que nos robó el mes de abril, al menos trajo lluvia, que en nuestras latitudes es siempre una bendición.
Siempre podremos analizar y reflexionar más. Siempre podremos darle vueltas a todo. Pero quizá ya está bien. Ya nos hemos lamentado suficiente. Ya nos hemos lamido bastante las heridas, que cicatrizarán sobretodo cuando nos olvidemos un poco de ellas. Digo un poco, no estoy diciendo mucho ni totalmente.
Creo que lo que toca ahora es arremangarse y poner todo el empeño en fortalecer nuestras comunidades. Hay que apostar por los cuidados, por los barrios y pueblos que acarician, acogen y protegen. Por lo que, en definitiva, es nuestra tabla de salvación, venga lo que tenga que venir. Y ahora ya sabemos que vendrá más.
Hay que desterrar las suspicacias, las mezquindades, el “si no estás conmigo, estás contra mí” y, por supuesto, hay que rechazar, enterrar y denunciar el odio que no lleva a nada más que a la destrucción.
Una tarea ardua, sin duda, pero somos afortunados porque tenemos referentes. Muchas iniciativas comunitarias nacieron antes de la crisis del COVID, y han desplegado todo su sentido y su poder durante ésta. Voy a poner dos ejemplos:
Barrio Oeste: Un proyecto de los vecinos y vecinas de este barrio de Gijón, que nació en el 2016 para facilitar la construcción y consolidación de redes, espacios y acciones encaminadas a potenciar el desarrollo económico de la zona oeste de la ciudad, a fortalecer entornos colaborativos que mejoren el bienestar de vecinos y vecinas y a interconectar tantas cosas que ocurren en nuestros barrios y que hacen del distrito un lugar muy especial para vivir y convivir.
Han elaborado un Plan de Desarrollo Comunitario entorno a 5 ejes estratégicos: 1) Vivir en un buen sitio, 2) Un barrio que educa, 3) Una zona con oportunidades, empleo y desarrollo económico, 4) Atención y cuidado de las personas 5) Participación.
Nalda, comunidad cuidadora: Una red de más de 100 personas del municipio rural de Nalda (La Rioja), que desde el año 1995 tejen actividades, proyectos e iniciativas de todo tipo, siempre con el valor de la agricultura, la solidaridad y la economía alternativa como estandartes.
Han alumbrado ya varias iniciativas, como PANAL, Asociación para la protección y la promoción del patrimonio histórico, artístico y natural de Nalda y su entorno y El Colletero, asociación que nace en el año 2000 para dar respuesta al empleo y el desarrollo sostenible y en igualdad.
En ambos casos (uno urbano y otro rural) las personas parten de la convicción de que somos seres de cuidados y no podemos esperar que éstos nos vengan dados. Hay que actuar a favor del bien común, y no sólo hablando de su importancia.
Es necesario reflexionar, profundizar, ir a la raíz de los problemas, pero no para tejer filigranas intelectuales ni confortables charlas de café, sino para movilizarnos, reivindicar y construir realidades distintas.
Arremangarse es ser parte de la solución.
Me parece una idea sensacional. Ojalá más provincias se unieran a la propuesta.
Si quisiéramos, entre todos podríamos hacer la vida mucho más fácil y más saludable.