Si estuviera en tu mano, ¿qué perfil de profesor universitario escogerías para lanzar un proyecto piloto de aprendizaje-servicio interdisciplinar?
Ostras, ¡qué pregunta! Me la hizo esta mañana un profesor responsable de sacar adelante esta iniciativa para el curso que viene.
Me ha salido del corazón confesar sin tapujos que no lo sé, porque la universidad y sus requisitos me caen un poco lejos. Pero el profesor esperaba alguna pista de mí y, temerariamente, le he aportado algunas sugerencias sin ningún tipo de evidencia científica ni nada que se le parezca, sólo basadas en la experiencia.
De entrada, daría por supuesta la formación pedagógica en ese perfil, puesto que se trataría de profesores universitarios que ya están actuando como docentes, así como la motivación o interés en participar en una experiencia de este tipo.
Despejadas, pues, estas condiciones previas y otorgándome en la imaginación la capacidad de poder escoger entre profesores pedagógicamente formados y convenientemente bien dispuestos hacia el aprendizaje-servicio, mis prioridades serían tres:
Una prioridad sería tener experiencia en el mundo social y asociativo, en particular en los movimientos educativos de tiempo libre, grupos scout, campamentos, campos de trabajo y similares. ¿Por qué?
En primer lugar, porque en general a estas personas no se les caen los anillos, están acostumbradas a todo, familiarizadas con el punto de vista y el lenguaje de las entidades sociales. Y esto es una enorme ventaja, se mire como se mire. El estudio El movimiento asociativo juvenil. Escuelas de ciudadanía aportó en su momento (2005) información muy interesante acerca de este tema.
En segundo lugar porque hay cosas que no pueden ser casualidad. En una de los últimas reuniones de los grupos territoriales que impulsan el aprendizaje-servicio en España pregunté cuántos de los asistentes habían pasado o estaban todavía vinculados a este tipo de asociaciones y movimientos y levantó la mano un 90% de los participantes, todos ellos líderes del ApS en su territorio.
Otra prioridad sería no rehuir ni rechazar la gestión concreta de los proyectos, un tipo de tarea habitualmente alejada de la actividad académica clásica. ¿Por qué?
Pues porque las prácticas de aprendizaje-servicio no son sólo académicas, sino que, en tanto que proyectos de intervención social, requieren controlar bastantes aspectos de la tramoya: calendarios, materiales, autorizaciones, seguros, presupuesto, relaciones con las autoridades públicas… A poco que esto provoque pereza, la experiencia se puede ir a tomar viento.
Finalmente, hay otra prioridad y es ser optimista. Bastante o muy optimista, para ser exactos. ¿Por qué?
Porque todos los proyectos de aprendizaje-servicio juegan con múltiples variables y son muy permeables a los imprevistos, muchísimo más que la vida académica restringida al aula. En en manos de docentes pesimistas, cualquier pequeña piedrecita en el camino, no planificada de antemano, se puede convertir en una roca infranqueable.
Además, como todo el mundo sabe, el pesimismo es altamente contagioso cuando emana de la persona que tiene autoridad o liderazgo sobre el grupo. Genera desánimo y eso amenazaría seriamente el proyecto.
En fin, que no tengo nada científico que aportar. Pero, aunque sea opinática, resumo: para lanzar un proyecto piloto de aprendizaje-servicio me daría mucha más tranquilidad que la persona, aparte de formada y motivada, fuera manifiestamente optimista, tuviera experiencia asociativa y no le hiciera ascos a las tareas de gestión de los proyectos.
¡Se admiten y celebran opiniones/valoraciones diferentes!
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