Apenas tres días antes de las elecciones me llamó la atención el artículo Discrepància benvinguda: eines per afrontar debats controvertits a l’aula sense caure en un diàleg de sords (Discrepancia bienvenida: herramientas para enfrentarse a debates controvertidos en el aula sin caer en un diálogo de sordos) del Diari de l’Educació.
Este artículo presentaba la guía descargable Discrepancia benvinguda, de Cécile Barbeito y Marina Caireta, editada por la Escola de Cultura de Pau de la Universitat Autónoma de Barcelona con el apoyo de la Dirección de Justicia Global del ayuntamiento de esta ciudad.
De entrada me gustó el título, porque no es lo mismo tolerar, asumir, aceptar, etcétera, la discrepancia, que darle la bienvenida, una posición mucho más osada y comprometida. Creo que en democracia no sólo hemos de aspirar a una sociedad plural, sino a una sociedad pluralista, es decir, una sociedad que valora positivamente el contraste de visiones, opiniones y creencias.
La guía me parece estupenda, porque recoge aclaraciones y reflexiones de las autoras, expertas en Cultura de Paz; aportaciones de docentes que participaron en formaciones sobre “tratar temas controvertidos en el aula”; un abanico muy valioso de dinámicas y herramientas didácticas así como diversos gráficos, esquemas e ilustraciones tan sugerentes como la que reproduzco en la cabecera de este post. ¡Vale la pena dedicarle una lectura detenida!
Creo que es muy clarificante partir de la diferencia entre debate y diálogo que plantean Cécile y Marina:
Entendemos el debate como aquella conversación o discusión entre dos personas o grupos con argumentaciones diferentes, a menudo percibidas como opuestas, con intención de reafirmar el propio posicionamiento y convencer al otro (estructura competitiva). El diálogo es aquella conversación o discusión entre dos personas o grupos con argumentaciones diferentes, reconociendo la legitimidad de las opiniones del otro desde la escucha, la empatía y la predisposición a enriquecer mi opinión con las aportaciones de este otro (estructura cooperativa).
En cualquier caso, la guía resulta oportunísima en un momento social y político en el que -corrígeme si me equivoco- la ciudadanía se ha manifestado harta de polarizaciones, de posturas extremas y excluyentes, del “o estás conmigo o estás contra mí”. Creo yo -que no soy en absoluto experta en análisis político- que la ciudadanía ha buscado la moderación y la voluntad de no crear más fracturas y abismos, sino construir puentes.
Educar en para la democracia tiene que incorporar no sólo aprender a debatir (que por supuesto es importante) sino, además, aprender a practicar lo que las autoras llaman diálogos controvertidos, oportunidades para mirarnos, reconocernos, y construir algo juntos.
Es muy interesante la distinción que haces acerca de que es un debate y un dialogo, y es tan necesario tenerlo claro en la vida cotidiana, para que más que debates, estemos dispuestos y abiertos al dialogo constructivo que al debate sin final. Dí con este blog haciendo tarea y vaya que me he encontrado gratas sorpresas!
No soy yo quien establece esta diferencia (con la que estoy totalmente de acuerdo) sino las autoras de la guía “Discrepància benvinguda”, Marina Caireta y Cécile Barbeito. ¡Ellas me inspiraron la reflexión del post que comentas!