Una vez estaba conversando con unos buenos amigos acerca de un par de líderes políticos latinoamericanos de izquierdas y confesé que, a pesar de compartir buena parte de sus postulados y actuaciones, no podía aprobar el estilo dogmático, demagógico o pendenciero que -al menos yo- percibía.
¡Me metí en un berenjenal!. Automáticamente, se borró por arte de magia la primera parte de mi reflexión -lo que compartía e incluso admiraba en ellos-, porque la segunda parte -aquello que me “tiraba para atrás”- se interpretó inmediatamente como discurso de la derecha, alarmando a todos.
Mi opinión fue rebatida una y otra vez, como si mis amigos no dieran crédito a lo que me habían oído decir… En un plis plas pasé a ser poco menos que una incauta engañada por el neocapitalismo, el neoliberalismoy cantidad de cosas feas. ¡Y eso que eran mis amigos!
Me da mucha pereza cuando tengo que demostrar lo progre que soy, porque siempre me parece que quien me escucha sólo quiere oir el discurso que él identifica como “el que todo progre debe tener sin fisuras” y no admite matices.
Sí, me da pereza argumentar y razonar frente al pensamiento único que no escucha ni atiende a razones. Por eso admiro a las personas que se han sacudido esa indolencia de encima y hablan clarito, sin molestarse en quedar bien con quienes supuestamente deben poseer la verdad de la izquierda.
En el lío mediático del Banco Expropiado en el barrio de Gracia por un colectivo de okupas destaco dos voces discrepantes del discurso progre dominante, dos voces con las que no puedo sentirme más identificada.
Por un lado la escritora Anna Manso, en su artículo Escala de grisos: no tot és blanc o negre. No hace falta traducción, ¿verdad?. Pues de esta de esta señora y su columna La pitjor mare del món (la peor madre del mundo) en el Diario ARA soy una auténtica fan desde hace tiempo.
Y por otro lado, la periodista Pilar Rahola, en su alegato contra la violencia en el barrio de Gracia. Suscribo totalmente lo que dice, aunque no soy fan de Pilar Rahola. A veces estoy de acuerdo con ella y a veces no y siempre me gusta más cómo escribe que cómo habla. Pero tiene una habilidad magistral para clavar el dardo en ocasiones, como ésta.
Bueno, ¡por una vez me he sacudido la pereza de encima!
Totalmente de acuerdo Roser y gracias por expresarlo con tanta claridad!!
Me parece un debate interesantísimo. Lo han tenido todos los movimientos sociales, pero, lamentablemente, no siempre encuentran eco en el conjunto de la sociedad. Desde tiempos de Sócrates, Jesús o Gandhi, los más poderosos han desplegado estrategias para provocar el dominio de los más violentos entre sus propios enemigos, por medio de una represión durísima. El caso de Siria es tan evidente y cercano…
Ojalá que en Venezuela sirvan las mediaciones y encontremos referentes como los hay en México o en Centroamérica: por ejemplo, Amnistía Internacional.
En Barcelona, el propio Ayuntamiento es mediador, aunque quizá no tenga toda la información necesaria.
Un abrazo.
Querida Roser: Escribo desde Venezuela. He vivido, desde que el gobierno chavista llegó al poder (1999) e, incluso antes (1992, cuando Chávez protagonizó el sangriento intento de golpe de estado) en carne propia la experiencia que detallas en tu escrito acerca de la importancia de las tonalidades en el momento de sustentar una posición política o, sencillamente, emitir una opinión. Un coterráneo tuyo (Pedro Casaldáliga), obispo emérito de Altava (Brasil) nos decía hace mucho tiempo (El vuelo del quetzal: espiritualidad en Centroamérica. Maíz Nuestro, 1988) que tras haber vivido en un mundo dicotómico en los años sesenta y setenta, estaba en busca de una manera de diecir las cosas que, criticando, guardara la esencial. Y al revés, expresando principios, fuera capaz de ver imperfecciones. Es difícil hacerlo cuando existen posiciones polarizadas. Pero en realidad, las prácticas gubernamentales demostradas por Chávez y Maduro en Venezuela y Daniel Ortega en Nicaragua, son una vergüenza para la izquierda de América Latina. Hay que decirlo. Por eso valoro tanto la digna posición de Almagro en tanto Secretario General de la OEA.