¡Pincha con el ratón! El alto ejecutivo de la empresa multinacional –vamos a llamarle Manuel- se desgañitaba intentando enseñar en balde cuatro nociones de informática básica a una abuelita de barrio, a la que llamaremos Paquita.
Era su momento de voluntariado y la cosa tenía que funcionar, pero no por gritar más funcionaba mejor: La mujer le miraba con asombro sin entender una palabra… ¿pinchar qué? ¿cuál ratón?
Pero el alto ejecutivo tenía, afortunadamente, una pareja con quien compartir la ardua misión de desvelar los secretos del ordenador: uno de los chicos de Fundación Tomillo para quien esa actividad era una práctica de aprendizaje-servicio en el marco de su formación ocupacional. Vamos a llamarle Raúl.
Raúl se había formado para aquel momento mágico en el que, de repente, pasaba a de ser un adolescente desubicado y desorientado, procedente de fracaso escolar, a profesor de informática para personas mayores. Ostras, ¡vaya reto!.
Con bastante más empatía y cariño que el alto ejecutivo, Raúl le explicó a Paquita a qué cosita se le llamaba ratón, qué quería decir pinchar con él y qué se conseguía con ello.
Luis María López-Aranguren nos ha narrado esta significativa anécdota durante la mañana, en una formación para profesionales de INTRESS en Getafe.
Magistralmente, nos ha explicado las tres grandes aportaciones del aprendizaje-servicio en la lucha contra la exclusión social de los jóvenes:
- Proporciona a estos chicos y chicas experiencias de aceptación por parte de los demás que compensan, ni que sea un poco, las múltiples experiencias de exclusión que han ido coleccionando. Raúl se vió valorado por personas, como la señora Paquita y el señor Manuel, que ya no lo veían como fracasado, sino como chico hábil que compartía su talento.
- Acelera los procesos de autoconciencia de las propias capacidades. Luis María cuenta que, sin estas prácticas, los chicos tardan meses en darse cuenta que son capaces y que tienen cosas valiosas para ofrecer a los demás. A través del aprendizaje-servicio esta percepción se desarrolla mucho más rápidamente, lo cual es bueno para disolver el estigma de la exclusión.
- Aporta calidad a la formación profesional, porque conecta conocimientos tradicionalmente compartimentados y porque permite desarrollar competencias y valores transversales (habilidades comunicativas, empatía, respeto, paciencia…) que luego le van a ser exigidas en cualquier trabajo, sea o no técnico.
Muchas veces son las pequeñas experiencias como ésta lasque labran surcos de convicciones profundas. En este caso, la confianza en que los jóvenes necesitan que alguien crea en ellos y les otorgue confianza.
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