¡Qué memoria tienes! ¿Cómo puedes acordarte de esto y de lo otro? Recibo muchas veces esta observación por parte de muchas personas inocentes y siempre me sorprende.
¿Memoria? ¡Si no me apunto todo no me acuerdo de casi nada! Pero no me creen. Piensan que tengo un depósito profundo dónde caben cantidad de cosas.
En realidad el depósito está revuelto y a tope, o al menos, así me parece. Con los años he tenido que ir cambiando las estrategias para acordarme de lo que me interesaba. Pongo un ejemplo:
Antes de los trenta, sólo necesitaba anotar en la agenda Entrevista Marta y llegado el momento me acordaba de todo: qué Marta, qué lugar, de qué demonios iba la entrevista.
Después de los cuarenta, empecé a precisar un poco más. Anotaba algo así como: Entrevista Marta Pérez en Avenida Carrilet.
Después de los cincuenta las agendas electrónicas me simplificaron la vida, porque en las de papel, con la letra grande que yo tengo, ya no me cabría bien la anotación: Entrevista Marta Pérez en despacho Avenida Carrilet, tema alergias.
Pero es que después de los sesenta la memoria -agotada, por supuesto- me exige mucha mayor precisión. Si no pongo Entrevista doctora Marta Pérez, en despacho Avenida Carrilet, tema alergias, no olvidar análisis de sangre… soy capaz de ir a otro médico, no llevar la analítica, o presentarme en otra dirección… ¡La vida es dura!.
Así que, por favor, que nadie se confunda: no tengo ninguna memoria extraordinaria. Eso sí, disciplinada lo soy un rato, lo reconozco.
Real como la vida misma… a menudo lo primero que oigo de mis amig@s sesenton@s por el móvil,es: “si, chata, dime”… Y SON ELL@S LAS QUE LLAMAN.
Ésto, a partir de cierto momento biológico, se compensa sólo con disciplina y rigor. ¡Totalmente de acuerdo!