Ayer fuimos a ver Camino a la escuela, la emocionante, dura y, al mismo tiempo, esperanzadora película de Pascal Plisson.
Es la película de la que me gustaría hablar con Ken Robinson, quien nos alerta desde el 2006 de que las escuelas matan la creatividad. ¡En esta película, los niños y niñas se matan literalmente por ir a la escuela!.
Asumiendo responsabilidades que muchos adultos no aceptarían por peligrosas o agotadoras, los protagonistas alcanzan su objetivo: dar cada día un paso adelante en su educación. Para progresar ellos, pero también para que progrese su familia y su pueblo.
Justo unas horas antes de ir al cine había leído con incredulidad la noticia de que un niño francés de ocho años había acabado en la comisaría por justificar a los terroristas. El profesorado de la escuela llevó el caso a la inspección escolar y ésta a la policía. ¿Estamos todos locos o no sabemos lo que es un niño de ocho años?
En el Camino a la escuela los niños son tratados como adultos porque no hay más remedio. En el caso del niño de Niza, porque el miedo nos nubla la razón.
¿Será una señal que esta mañana, al prender el ordenador para escribir este post apareciera en la cabecera de Google esta frase: Abrid escuelas y se cerraran cárceles?
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