Hay que leer y sobre todo, escuchar, el impactante discurso de Emma Watson en las Naciones Unidas acerca de la igualdad de género.
Emma se enfrenta a la injusta y extendida percepción social -incluso entre mujeres- de que el feminismo es lo mismo que el machismo pero al revés.
Durante bastantes años, en la época en que me dediqué a la formación de monitores, colaba en el programa una clase sobre “estructura patriarcal de la sociedad”.
En ella intentaba desmontar esa confusión: Aunque ambos términos acaben en “ismo”, el machismo es un problema para ambos sexos y el feminismo es un movimiento de liberación para todos… ¡Me temo que no conseguí convencer a muchos jóvenes!.
Feminismo era y es todavía una palabra maldita. La mayoría de los hombres la entiende como extremismo fanático y buena parte de las mujeres prefieren no ser consideradas feministas. La posición tontamente ponderada sería la de aquellos y aquellas que afirman yo no soy ni machista ni feminista.
A pesar de rechazar el término, hay infinidad de feministas “involuntarias”, también entre los hombres. Pero ya es hora de echar por la borda las falsas creencias. Ser feminista es ser consecuente.
Y me lo aplico a mi misma porque, aunque nunca he renegado del término, cedo frecuentemente a la pereza infinita de entrar en discusiones. Hay que volver a luchar, explícita y voluntariamente, por la igualdad de género.
Porque, como repite Emma en el discurso, si no es ahora, ¿cuándo?
Según tengo entendido no es lo mismo feminismo que hembrismo. Lo que es lo mismo que machismo pero al revés es hembrismo, que aludiría a una actitud de dominio, represión o prepotencia de las mujeres respecto de los hombres. Sin embargo, el feminismo tiene como objetivo la igualdad de derechos entre varones y mujeres.
Yo me considero feminista, pero no soy ni machista ni hembrista.