Acabé de leer La lista de mis deseos, de Grégoire Delacourt. Una vez más, me equivoqué con el sexo del autor. Mucha vista no tengo, la verdad.
Como que los nombres franceses se prestan a veces a la confusión, durante toda la lectura estuve convencida de que Grégoire era una mujer. Incluso me parecía que “no podía ser un hombre quien escribiera de esta manera”. ¡Vaya tontería!
La historia me ha encantado y me la leí en apenas tres horitas. ¿Quién no ha pensado alguna vez qué haría si le tocara la lotería?
La narración funciona como un sistema de ascensores independientes que suben y bajan de manera curiosamente coordinada: el blog que escribe la protagonista, su peso, el amor por su marido…
A pesar de lo agridulce, tiene un final feliz. Y eso también se agradece. Hay algo en esta novela que me recuerda el suave optimismo de Ojalá fuera cierto, la novela de Marc Lévy que también fue un bestseller en su momento.
Parece que ya tiene una adaptación cinematográfica en marcha y no me la voy a perder.
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