Tal vez la única especialidad que bordan las personas mezquinas es el arte del ninguneo.
Ya sabes… lo que no se puede negar, se ningunea. Y me temo que en la era del creative commons -de la que soy ardiente defensora- el ninguneo puede ser una tentación incluso con coartada y todo.
Me da rabia que todavía me moleste, porque me gustaría decir que bueno, total, no tiene importancia o bien que una ya está curtida en estas cosas.
Pero, aunque doler, lo que se dice doler, tal vez no duele, es molesto y desagradable como una picada de mosquito tigre.
Creo que todos necesitamos una determinada dosis de reconocimiento, así como saber agradecer y disfrutar de las habilidades de los demás. Sin egos hinchados ni falsas modestias.
No sólo se trata de respetar a las personas, se trata también de respeto al trabajo, al resultado del esfuerzo, a la creación.
Sin embargo, sospecho que no siempre el ninguneo es fruto de la intención consciente. Me temo que frecuentemente se debe a la amnesia, la desorganización mental o la precipitación, el caldo mental de la infoxicación.
O incluso puede ser una evidencia del Principio de Hanlon: Nunca atribuyas a la maldad lo que puede ser explicado por la estupidez.
En mi lista personal de nuevos mandamientos, después del undécimo (no molestarás) tengo que escribir el duodécimo (no ningunearás).
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