Uno de los regalos inesperados del último encuentro de la Red Española de Aprendizaje-Servicio lo proporcionó la asociación Plantamos árboles, que nos regaló dos ejemplares a cada uno de los participantes.
Yo me llevé un fresno y un olmo, que actualmente dormitan en mi pequeña terraza, esperando tranquilamente la primavera, como buenos caducifolios que son.
Me metí en su web y quedé fascinada por su proyecto. Es un ejemplo clarísimo de cómo las cosas sencillas funcionan. En pocas palabras, se trata de un grupo de amantes de los arboles y la naturaleza, que recogen semillas, las plantan y las miman durante un año.
Luego las regalan a institucones, colectivos y personas. También hacen talleres para enseñar a reconocer las semillas, a recolectarlas y a plantarlas. Todos aportan sus ideas, conocimientos y trabajo de manera altruista.
Llevan entregados más de 40.000 arbolitos, lo cual es asombroso, si tenemos en cuenta que en mi ciudad, por ejemplo, hay unos 155.000.
Cada vez estoy convencida de que nada es casualidad, porque cuando regresé a casa cargada con los dos arbolitos, comprobé que ese mismo día me había llegado esta noticia de las sequoyas que Codorniu quiere talar en California.
Se generó una petición popular para impedir esto, que ya está cerrada. En España se consiguieron unas 37.000 firmas y me parece poco.
Puesto que no llegué a tiempo de enterarme de esta iniciativa, por lo menos voy a cuidar mi olmo y mi fresno.
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