Cuando ya no puedo achacar un acto de maldad al transtorno mental, la paranoia, la psicopatía… acabo sospechando que, efectivamente, el diablo existe.
La noticia de la chica de 16 años violada por 6 hombres cuando volvía del funeral de su abuelo y arrojada después a una letrina es una manifestación impactante de ausencia de humanidad.
Me revuelve el estómago la suave condena de la policía que atrapó a los culpables, obligándoles a cortar el césped de la comisaría, y por eso he firmado esta petición de Avaaz.
En el momento en que escribo este post ya se han conseguido casi 973.000 firmas.
Pero conseguir la condena que se merecen sólo me aportaría el consuelo de la justicia. No me aliviaría del desasosiego de no ser capaz de entender el mal absoluto. ¿Quien puede perdonar al diablo?
Cuando tropezamos con su mirada, con su sombra o con su aliento, quedamos aturdidos por el dolor, como Tommy Lee Jones en la película En el valle de Ela.
Creo que si no existieran las psicopatías nos las inventaríamos para dar una explicación medio convincente a la maldad.
Así de insoportable nos resulta pensar que la ausencia de humanidad no es una enfermedad.
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