¡Creo que voy a poner esta imagen en mis presentaciones!.
Hace pocos días estuve predicando -para variar- con más de 100 profesionales de SEAS, del Grupo San Valero.
La mayoría no eran docentes, sino del área administrativa o comercial de la institución, de manera que intenté adaptarles los contenidos que habitualmente tengo preparados para el profesorado.
De todas maneras, no me resistí a proponerles un ejercicio en grupos consistente en elaborar una definición de aprendizaje-servicio.
Se lo he copiado a Cathy Berger Kaye, que siempre te da buenas ideas, y la verdad es que me divierto mucho con él.
Este ejercicio lo suelo hacer una vez se han escuchado y visto imágenes de tres experiencias diferentes. Las reglas del juego son claras: menos de diez palabras, que sea fácil y lista en sólo 2 minutillos.
Para mi sorpresa -¡o no!- las definiciones que crearon los compañeros de SEAS fueron, de largo, más claras y certeras que las que elabora en la misma situación el público docente.
Creo que se debe (versión positiva) a la costumbre instalada que tenemos los educadores de explicar a fondo cualquier cosa o, dicho de otra manera (versión negativa), a lo difícil que nos resulta sintetizar e ir al grano.
Soy una ferviente partidaria de usar dos bolsillos mentales para guardar explicaciones: en un bolsillo la explicación corta y simple, de calle y de batalla, la que todo el mundo te va a entender; y en el otro bolsillo la explicación completa, profunda, seguramente más larga y no tan fácil de entender a la primera, pero con la que quedas estupendísima.
Me temo que lo mío es lo primero, porque tarde o temprano encuentro a faltar al hijo pequeño de la Paqui… sobretodo si se parece a Viggo Mortensen.
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