Imagínate un médico-psiquiatra. Le llega a la consulta un señor que tartamudea, se marea en todos los transportes y además padece insomnio.
Buscando ayudarle, pero focalizado en las carencias, el médico le conecta con un logopeda, le prescribe biodramina para no marearse, hacer ejercicio durante el día y tomarse una tila antes de dormir… y unas sesiones de psiquiatra a pagar en cómodos plazos.
Pero resulta que ese señor, que padece todos estos males, disfruta al mismo tiempo de apreciables ventajas: tiene muy buenos amigos, es un gran lector y toca muy bien la guitarra.
¿No hay nada aprovechable por aquí? ¿En ninguno de estos activos hay caminos para superar sus dificultades? ¿Aparte de mirar los escombros, podemos fijarnos en las flores?
Bien, más o menos esta era la conversación que tuve hace unos días con un joven profesional interesado en meterse en el mundo de la educación para aportar respuestas a las principales dolencias que en él detecta.
Su diagnóstico de carencias, a mi parecer, no era erróneo. Pero no tenía en cuenta lo que sí funciona, allá donde funciona, a la hora de buscar soluciones.
Creo que fijarse sólo en lo que va mal es insuficiente y desenfocado. Hay escuelas que están consiguiendo unos resultados excelentes en niveles académicos, en convivencia, en compromiso del profesorado, en impacto social en el barrio.
¿Y si las observamos para ver cómo lo consiguen a pesar de los múltiples problemas que las atenazan hoy en día, como a todas las demás?
Estoy en Paraná, Entre Ríos, Argentina. Un grupo de excelentes maestros me invitaron a su congreso regional. Voy a recoger unas cuantas flores y a compartirlas en los próximos post.
Excelente Roser, llegué a tu espacio gracias a la recomendación de mi querida amiga Nieves Tapia.