Estoy empezando a mosquearme con este tema.
Me parece que, con cierta frecuencia, el elogio a la actitud emprendedora, -elogio que comparto absolutamente- esquiva la crítica a las reglas del juego injustas e inhumanas de nuestra sociedad.
Sinceramente, tan fundamentalista me resulta el rechazo sistemático hacia las personas que destacan, que tienen iniciativa, como el considerar que el esfuerzo individual es la clave del progreso y puede con todas las dificultades.
Pues va a ser que no. Lo cierto es que sin empeño, constancia, espíritu de superación personal… no hay nada que hacer. Pero sólo con eso tampoco.
Una persona emprendedora no es omnipotente. Está inmersa, como cualquiera de los mortales en un contexto social, económico y político concreto.
Qué duda cabe que nos conviene estimular el emprendimiento. Lo que no nos conviene es estimular el papanatismo.
No todas las personas que han perdido su trabajo y hace tiempo que buscan ocupación sin éxito van a encontrarla a base de alimentar su talento emprendedor. Sería estupendo, pero no es así, y a nada nos lleva sobrevalorarlo.
No todas las personas desmoralizadas por la precariedad y por el salvaje acoso al estado de bienestar son personas pasivas, sin iniciativa, acomodadas a recibir siempre ayuda de papá Estado.
Si ya aprendimos que la tierra no es infinita no sé por qué cuesta tanto aprender que el mercado, tal como está montado, tampoco es infinito, ni permite espacio a cualquiera, siempre que muestre espíritu “emprendedor”.
Hay que cambiar también las reglas del juego. Esto es lo que propugna la economía del bien común.
Estimada Roser, enhorabuena por unas observaciones muy pertinentes. Por añadir, los aspectos colectivos y participativos de un proyecto de emprendedor son absolutamente necesarios y no pueden ser ignorados. Sobre todo porque son claves para el éxito del proyecto. Creo que finalmente estamos hablando de sociedades cortesanas o sociedades ciudadanas. Desafortunadamente la figura omnipotente solo puede mantenerse si seguimos insistiendo en seguir un modelo de sociedad cortesana