Cometa KohoutekMis reyes magos de estas navidades son tres mujeres que inauguran el 2013 despidiéndose y continuando su camino.

Dos de ellas encontraron su estrella, la tercera nunca la perdió.

Montse se despidió de su país y se fue a Colombia. Su estrella le decía que debía salir a buscar trabajo en otro lugar. El que tenía aquí se acabó. Tuvo tiempo para hacer de abuela y tiempo para repensar su profesión.

Años antes, estuvo acompañando a personas inmigrantes que acudían a la parroquia buscando compañía, orientación o apoyo. Hizo muchas amistades internacionales y nunca pensó que los papeles se podían invertir.

En Colombia tiene afectos y posibilidades de construir otra etapa de su vida. Pero se necesita valentía, espíritu de superviviente y ella tiene ambas cosas. Tal vez por eso, después de buscar sin descanso, encontró su estrella.

Eva se despidió del pozo en el que estaba. Encontró la escalerilla de subida, tomó a sus hijos y se apartó de la oscuridad. Había luz – una estrella – allí afuera. La luz le había mostrado que, a pesar de todo, tenía piernas y manos para subir por las gradas del pozo.

También fue valiente, porque la escalerilla era larga y sin barandilla. Los niños subieron ágilmente, como arañas, pero ella era consciente del abismo que dejaban atrás. Superó el vértigo y salió afuera.

La esperaban viejas y nuevas amistades, su familia, una ciudad, una escuela y un instituto nuevos. Y, en especial, un proyecto de empresa innovador, brillante como la misma estrella.

Litus se despidió de la fractura de la cabeza del fémur. Tiene 85 años y hace unos días almorcé con ella en uno de los restaurantes de su barrio, donde absolutamente todo el mundo la conoce.

Empezó a trabajar en una compañía de seguros cuando pocas mujeres lo hacían. Fuerte y también valiente, se ocupó toda la vida de su hermana, que tenía una discapacidad mental, hasta que murió, hace cinco años.

No se casó, porque, según ella, conocía demasiado bien a los hombres, si acaso los presentaba como futuros novios a sus amigas. Pero es la adorada tía, abuela y bisabuela de innumerables sobrinos y nietos, por no decir la madre que muchos hubieran querido tener.

Estuve diez días en el hospital, dice mientras corre con su bastón hacia el semáforo, para aprovechar que se pone verde. Tiene una estrella que siempre la guía, pero ella no lo sabe, porque la lleva enganchada en la cabeza y no la ve.

Para mis tres reinas magas, bon viatge per als guerrers!

 

 

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