Llueve en Cataluña y casi no me lo creo, después del invierno más seco y caluroso que recuerdo…
Reconozco que la sequía me altera, me pone nerviosa. Especialmente cuando ves la montaña reseca y polvorienta, con las fuentes al borde de la inanición, con los campos amarillos y marrones sin apenas pinceladas de verdor.
Salí de excursión dos domingos seguidos a la Garrotxa una de las comarcas más idílicas de Cataluña entre otras cosas por sus hayedos, como éste de la foto, “la fageda d’en Jordà”.
A diferencia de otras zonas, en Cataluña hay pocas hayas, por eso son tan estimadas. Volví de ambas excursiones bañada en polvo.
El hayedo -bosque de hadas- quiere humedad y frescor, y no ha obtenido casi nada de ello en los últimos meses. Se diría que las hayas están emigrando, dejando paso a las encinas -bosque de brujas-, que cada día dudan menos en subir por las laderas.
Cada vez que tengo nostalgia de lluvia abro el blog del amigo Gustavo Wilches, especialista en aguaceros, a veces muy dramáticos. Gustavo, a pesar de todo, tengo una buena noticia que darte: en Barcelona cada vez consumimos menos agua. ¡Algo es algo!
Quisiera encontrar otra vez charcos helados en invierno y lluvia en primavera y en otoño. ¿Volveremos un día a encontrar el equilibrio? ¡Que no se vayan las hadas!
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