¿Debemos aspirar a que cada vez más chicos y chicas alcancen estudios universitarios?
Espontáneamente una diría que sí, porque todo lo que signifique subir el nivel de formación claramente es un progreso social.
Pero la verdad es que yo no estoy tan convencida, me refiero a subir la proporción de universitarios.
El jueves pasado estuve en una interesantísimo debate: ¿Que papel tiene la educación en el ascensor social de Cataluña?, organizado por la Fundació Jaume Bofill. El debate tomaba como punto de partida los resultados del análisis Educación y mobilidad social en Cataluña. Los investigadores, Xavier Martínez y Antonio Marín concluyen que en Cataluña se ha producido desde hace bastantes años un fenómeno de ascensor social.
Ha afectado especialmente a las amplias clases medias, pero, actualmente, esta mobilidad o fluidez social está estancada, como consecuencia de la crisis económica, con el riesgo consecuente de caer en la rigidez de una sociedad más desigual y polarizada.
La educación, que ha sido uno de los motores determinantes de la fluidez social, o concretamente, del ascenso hacia arriba, parece que está perdiendo gasolina, lo que no nos podemos permitir.
Como ves, el tema del debate no era en realidad el del título de este post, pero a veces pasa que se generan reflexiones periféricas tan interesantes como las centrales. En este caso fueron dos de los ponentes, Emili Pons y Josep María Reñé, los que encendieron la cuestión:
¿Debemos deducir del estudio que hay que seguir apostando para que cada vez más y más jóvenes accedan a estudios universitarios?
Ambos ponentes apuestan por fortalecer la formación profesional de calidad, tanto en el grado medio como en el grado superior. Y yo no puedo estar más de acuerdo.
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