Muchas veces nuestra hiperexigencia de educadores permanentemente insatisfechos nos lleva a valorar que los proyectos que impulsamos no son suficientemente grandes o complejos.
Esta inquietud aparece frecuentemente en los cursos, conferencias y actuaciones varias sobre aprendizaje-servicio que dinamizo a lo largo del año.
La estupenda jornada de formación sobre APS que organizó la Fundación FEDAC el pasado miércoles no fué una excepción. Las 24 escuelas de Dominicas en Cataluña que agrupa esta fundación han incorporado el aprendizaje-servicio como una de las cuatro líneas estratégicas de los próximos años.
Y lo han hecho de la manera más inteligente y práctica (como todos sabemos… a veces estas dos palabras son sinónimos): partiendo de proyectos solidarios que ya estaban impulsando en los centros y buscando la manera de transformarlos en proyectos APS, reforzando y evidenciando los aprendizajes que se pueden asociar al servicio.
Quedé francamente asombrada con la cantidad de excelentes proyectos de todo tipo que llevan a cabo: de solidaridad, de medio ambiente, intergeneracionales, de apoyo a la formación…
Pero lo que más me encantó fue la convicción y entusiasmo del profesorado. Sin este ingrediente no hay pedagogía que valga.
Por eso insistí mucho en que un proyecto de aprendizaje-servicio no tiene porque ser una actividad larga para merecer ese nombre. Hicimos una lista de las diferentes clases de tomates que conocemos: raf, cherry, pera, de colgar, de Montserrat. Los más grandes son los de Montserrat y los más pequeños son los cherry. Pero ambos son tomates. Se entiende ¿no?
Y el segundo tópico a desmentir es que si un proyecto no es complicado, no es interesante. Todo lo contrario: lo más interesante de un buen proyecto es que realmente se lleve a cabo, y tenemos más probabilidades de que eso ocurra si es fácil. Las cosas demasiado difíciles acabamos por no hacerlas. ¡A ver si lo reconocemos de una vez!
Sin embargo, cuando en la jornada analizamos lo que modestamente los educadores interpretan como “un pequeño proyecto de APS” (o sea, un tomate cherry) una se da cuenta de que es una gran cosa: tal vez dura pocos días y a lo mejor “sólo” está relacionado con la clase de música, pero es un tomate gustosísimo que los chicos y chicas recordarán toda su vida.
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