El martes estuve participando en un encuentro en Madrid del Consejo Asesor de la Fundación Esplai. Uno de los resultados tangibles de este colectivo es la elaboración de los Cuadernos para el debate, una colección de reflexiones que toma como eje la ciudadanía, y que ya tiene tres números.
Esta vez se presentaba un primer documento de trabajo sobre Ciudadanía y nuevas políticas de acción social contra la pobreza y la exclusión, elaborado por Joan Subirats y Anna Obradors, del Institut de Govern i Polítiques Públiques, de la Universidad Autónoma de Barcelona.
El documento enfoca la crisis económica y sus efectos sobre la exclusión social y la pobreza, y se plantea una nueva ciudadanía para la inclusión social. Además, incluye la descripción de cinco buenas prácticas impulsadas por entidades sociales. Además de la excelente presentación de Joan i Anna, el acto contó con las aportaciones de Carles Campuzano y Ramón Jáuregui.
En el turno de intervenciones, yo hice una pequña aportación sobre la necesidad de innovar en la identidad jurídica de las entidades sociales de una cierta magnitud si quieren ser eficaces y al mismo tiempo coherentes a la hora de dar respuestas a la pobreza y la exclusión social. Me explico:
Durante los últimos años, por atender mejor las necesidades sociales y también por mantenerse independientes de los poderes públicos, muchas entidades sociales han empezado a ofrecer servicios y a desarrollar ocupación y sector profesional en este campo.
La lógica de la oferta de servicios, que en definitiva se mueve en parámetros de mercado, no siempre armoniza con la lógica del mundo asociativo. Incluso a veces, el crecimiento de los servicios puede llegar a invisibilizar los valores y la misión de la entidad social, con la contradicción de que igualmente ésta los necesita para sostenerse.
Quizá estamos todavía un poco cautivos de las dicotomías empresa-ong; empresa-administración; administración-ong; ong-administración. Quizá vale la pena explorar los límites y los híbridos, para ver, con una mentalidad más abierta, qué fórmula se adapta mejor a lo que se persigue.
Una de ellas es la empresa social, el modelo que explica Yunnus en Un mundo sin pobreza, que ya reseñé en otro post.
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