Con los tiempos que corren, cualquier buena noticia funciona como un bálsamo preciado, que hay que disfrutar lentamente.
El domingo pasado, paseando por Barcelona, tuvimos la suerte de encontrarnos con las estrafalarias y divertidas instalaciones de Guixot de 8, una compañía catalana empeñada, desde hace mucho tiempo, en recuperar la creatividad y la magia del juego a partir de materiales de recuperación.
Cacharros sacados directamente del desguace, hierros, estufas, ruedas, tornillos, cucharas, tacos de madera, herramientas aparentemente inservibles, fregaderos, herraduras, coladores, palancas, tubos de todas las clases… Con todas estas cosas montan sorprendentes juegos de ingenio y habilidad.
Cuentan que el creador es Joan Rovira, un hombre que antes de dedicarse a inventar juegos ataba salchichas con una máquina en una fábrica de embutidos. Y explican también que sus herramientas básicas son la curiosidad, la observación y la imaginación.
Empezaron con 15 juegos y ¡ya llevan más de 140! Su folleto tiene forma de boomerang, para ilustrar uno de sus lemas: Mira qué tiras, imagina lo que podría volver.
En las Ramblas había un montón de familias, no sólo niños y niñas, disfrutando los juegos y demostrando que todavía es posible divertirse con lo menos caro y sofisticado.
Me acordé de la anécdota que suelo explicar en los cursos, acerca un reportaje de radio sobre la vuelta de los niños y niñas de los campamentos de verano. La periodista se acercó con el micro a un grupito de unos 9 y 10 años que bajaba del autocar en ese mismo instante. ¿Qué es lo que más os ha gustado del campamento? les preguntó.
Muy cerca, los monitores escuchaban, esperando que los niños y niñas explicaran las maravillosas actividades, ambientaciones, centros de interés y otras excelencias pedagógicas que tanto trabajo les había costado.
Pero los niños y niñas, implacables y al unísono, respondieron sin dudar ni un segundo: ¡Cuando después de comer nos íbamos a la charca a pescar renacuajos!.
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