Durante los años 90 estuvo extendida la creencia, por lo menos en algunos sectores, de que era necesario cambiar el mensaje preventivo de no a las drogas por mensajes mucho más positivos tipo sí a la vida saludable, sí a la comunicación, sí a la autoestima, etcétera.
La justificación de esta creencia era otra creencia: aquello que se prohibe se vuelve más atractivo, por lo tanto… no prohibamos, porque estimularemos el consumo. Bueno, ¡por lo menos la intención era loable!
Pero la cultura del nunca digas no (parece el título de una película de James Bond) arrastraba a veces otras cosas, por ejemplo, el dar por supuesto que todos los adolescentes consumían, la obsesión en que nadie se sintiera culpable, el despotricar de las impactantes y realistas campañas de la Dirección General de Tráfico por alarmistas… Yo misma me vi obligada a cambiar el título de una guía preventiva para padres y madres porque en el texto original salía la palabra “no”.
Creo que fue una fobia no del todo pasajera, porque la verdad es que nos duró bastante. Y aunque me parece que la hemos superado, no estoy segura del todo. Lo que más me preocupa es la cantidad de desorientación que podemos haber favorecido a copia de mensajes demasiado ambiguos.
De momento tenemos un problema con el aumento de consumo de cocaína . La buena noticia es que el consumo ha bajado un poco en la franja 14-18 años, pero la mala noticia es que se ha multiplicado en edades superiores y que la percepción de riesgo sigue siendo baja. Seguimos siendo demasiado tolerantes frente a lo que nos hace daño. O demasiado impermeables al daño que causamos a otros.
Me parece que hay que combinar las dos estrategias, la del no a las drogas y la del sí a la vida saludable. La educación se parece a la jardinería en que tiene que procurar sabiamente dosis proporcionadas de sol y de lluvia. Demasiado de uno o demasiado de otra no es bueno.
Te recomiendo la ponencia La doble vida del profesor Vicente Carrión, a quien tuve el gusto de escuchar en el Congreso Adolescentes en tiempo de crisis. Sentido común en estado puro.
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