Acabo de regresar de un fin de semana cálido y luminoso en Londres. Me ha llamado la atención la cantidad de lavabos (baños, servicios, toilets…) públicos que hay un poco por todas partes, en general, limpios y correctos.
En Barcelona no tenemos tantos y si los encuentras limpios es una suerte. En caso de necesidad, lo más práctico y además gratis suele ser utilizar los de los grandes almacenes o los de equipamientos públicos, aunque es frecuente entrar en un bar y buscarlos discretamente, o pagar un café por usarlos.
Siempre me ha resultado curiosa la indiferencia educativa hacia el uso de los lavabos. Los niños y las niñas deben utilizar los servicios de la escuela, que muchas veces no están limpios ni cuidados. ¿Quién les enseña a usarlos correctamente y a mantenerlos en condiciones? Nos llenamos la boca de poesía pedagógica sobre educación de la autonomía personal y nos olvidamos la prosa cotidiana del uso del lavabo.
Cuando los niños y niñas están en la escuela, su mamá o su papá no les acompañan al lavabo. Y no está claro que más allá de la etapa del parvulario el profesorado se preocupe de estas cosas. De hecho, como se da por supuesto que los lavabos usados por los niños son un desastre, los maestros suelen tener uno propio, cerrado con llave.
Mi amiga Juli Corti ha escrito un texto muy bueno sobre lo difícil que a veces resulta el uso de los servicios, en particular a las mujeres. Os invito a leerlo y a imaginar lo que una niña de ocho o diez años tiene que ganar en autonomía para no arriesgar su salud en el baño.
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