Mis amigos colombianos Iván Darío Chahín y Gladys Hererra, “comunicadores” de profesión, suelen decir que lo que se puede contar -con un cuento- no hace falta explicarlo -con estructurados y sesudos discursos-, y creo que tienen razón. En las fábulas y cuentos cortos se encierran pequeñas reflexiones útiles para muchas situaciones cotidianas.
A mi me encanta el cuento de Los Tres Cerditos porque me permite repasar las actitudes erróneas que todos hemos cometido alguna vez a la hora de encarar las amenazas que nos rodean (educativas, sociales, culturales, económicas…) representadas por el lobo.
Frente a un problema que nos afecta podemos construir una cabaña de paja, como el cerdito que tocaba la flauta, intentando negar el problema, minusvalorarlo o ningunearlo. Pero tarde o temprano viene el lobo, sopla fuerte, y desmonta nuestra fantasía. O podemos construir una cabaña de madera, como el cerdito que tocaba el violín, intentándo echar las culpas a otro (la jefa, el gobierno, el compañero de trabajo…). Pero, aunque a veces esto suele durar un poquito más, también tarde o temprano el lobo descubre que la cabaña es frágil y puede echarla abajo.
Sólo el cerdito que toca el piano construye algo sólido y duradero, aunque eso le exige un esfuerzo y trabajo a veces antipático y desagradable, como cuando descubrimos que tampoco pasa nada si aceptamos nuestra parte de responsabilidad en el problema. Reconocer los propios errores es bastante incómodo al principio, pero se revela como el paso más seguro para encontrar soluciones de verdad en más de una amenaza.
Por este motivo, y por muchos más, creo que hay que darles una nueva oportunidad a loc cuentos clásicos. Iván Darío, Gladys… ¿cómo lo véis?
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