Otra de las dudas que aparecen a veces es si se puede considerar APS un proyecto en el cual el servicio lo desarrollan los chicos y chicas en la misma escuela.
Hay muchos proyectos en los que esto sucede, cuando los mayores del centro educativo asumen responsabilidades respecto a los pequeños: les cuentan cuentos, o les ayudan con los deberes, o les montan juegos a la hora del patio, etcétera.
Normalmente la discusión surge por la duda de si realmente están haciendo un servicio a la comunidad… ya que se lleva a cabo en la misma escuela.
Mi opinión es que sí lo es y la razón principal es que los niños pequeños del centro no suelen formar parte del círculo inmediato de afectos de los mayores, no son sus iguales, ni sus amistades, ni su familia. A veces ni siquiera se conocen entre ellos y no saben cómo se llaman. Eso significa que forman parte de la alteridad, de los otros.
Es verdad que cuando se ofrece el servicio a los otros niños y niñas de la misma escuela se trata de unos otros en un entorno muy cercano, pero los alumnos mayores prestan un servicio real en ese entorno. Y la apertura a la alteridad es una de las características del servicio a la comunidad tal como lo entiende el aprendizaje-servicio.
Seguramente las prácticas de aprendizaje-servicio en que el alumnado sale de la escuela son más retadoras, más rompedoras, frecuentemente incluso más motivadoras. Pero eso no significa que las prácticas solidarias que se circunscriben al mismo centro educativo no se las pueda considerar como auténticas prácticas ApS. Con la ventaja de que son fáciles de organizar, baratas e inmediatas. Incluso podemos entenderlas como un entrenamiento para proyectos más complejos.
La foto es del proyecto Cibermánagers, desarrollado por la organización Pantallas Amigas. Los chicos y chicas mayores enseñan a los más pequeños a usar bien las redes sociales.
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