En toda charla o debate sobre aprendizaje-servicio no puede faltar la típica ansiedad clasificatoria… Pero bueno ¿esto no es aprendizaje-cooperativo? o ¿qué diferencia hay con el aprendizaje basado en problemas? o ¿no es lo mismo que el trabajo por proyectos?

Si me da tiempo y el público me sigue la corriente, suelo contar una anécdota reveladora del gran Isaac Asimov, uno de mis autores favoritos de ciencia ficción.

Resulta que su editor le retó a que escribiera otro tipo de novelas. Caramba, Isaac (el diálogo me lo invento yo), tu que eres tan listo, no podrías variar un poco y escribir una novela erótica?

Asimov, que además de creativo y prolífico era muy dado a la broma, aceptó sin dudar el reto. Y además te lo voy a mejorar, puntualizó. Y al cabo de poco tiempo el editor tenía encima de su mesa una de las novelas más divertidas del autor: Estoy en Puertomarte sin Hilda.

Además del título, que por sí solo ya vale la pena, resulta que esta novela pertenece a cuatro géneros a la vez: de ciencia-ficción, policíaca, cómica y erótica. ¡Toma ya! ¿Dónde la clasificas? ¿En que estantería de tu ordenadísima biblioteca?  Porque te encaja en cualquiera de los cuatro géneros…

Lo mismo pasa con el aprendizaje-servicio y con muchas otras estrategias educativas, porque pueden coexistir identidades diversas sin molestarse, sin excluirse unas de otras, sólo cambia la mirada con la que las enfocamos.

El aprendizaje-servicio es aprendizaje por proyectos, claro que sí, porque el servicio a la comunidad que llevan a cabo los chicos y chicas es un proyecto como una casa. Y también es aprendizaje cooperativo, puesto que es necesario el trabajo en grupo para sacar adelante el proyecto. Y por supuesto que es también una estrategia de educación emocional, centrada en la empatía, precisamente…

En fin, que podemos poner todas las etiquetas orientadas por el sentido común, muchas veces mejor consejero que el furor clasificatorio en categorías excluyentes.

 

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