¡Parece que no acabamos de encontrar la manera de expresar rechazo sin faltar al respeto! ¿Hasta dónde podemos llegar sin ponernos agresivos ni descalificar? ¡Tanta educación emocional para  acabar lanzando tomates virtuales a quien se manifiesta contra nuestras opiniones!.

¿Si no estoy contigo estoy contra ti? Para el que cree tener razón, parecerá una reacción justificada la agresión simbólica a otra persona. Pero por muy simbólica o virtual que sea, creo que significa que ya hemos abandonado las razones. Por tanto, ya hemos perdido.

Si soy un político, voy por la calle y sin darme cuenta tropiezo y empujo a un peatón que resulta ser mi adversario, ¿qué hago?  ¿me disculpo como haría con cualquier otra persona o no me disculpo porque para algo es mi adversario?

Cambiando de escenario, una vez me acusaron de exceso de pulcritud democrática -la expresión es buena, lo reconozco- por rechazar el uso de la descalificación personal contra personajes absolutamente reprobables, acostumbrados a usar la mentira y la difamación para conseguir sus fines.

Sin embargo, respetar al adversario no quiere decir alinearse con él. Todo lo contrario: si le respeto, mis creencias y opiniones son más sólidas que si caigo en la trampa de atacarlo personalmente.

Estoy convencida de que las personas tóxicas y repulsivas se descalifican solas. Mejor dejarles el monopolio de las malas artes. Si entramos en su juego, dejamos de ser quienes somos y perdemos nuestra dignidad.

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