Vitrina TintínEs importante que la naturaleza sepa que le estamos pidiendo permiso“. Con estas palabras, hace tres años me explicaron el sentido de la breve ceremonia de respeto hacia la Pachamama, la madre tierra.

Fue en Popayán, Colombia, con los chicos y chicas de la Escuela Latinoamericana para la Actoría Social Juvenil. Pusieron un puñado de tierra en el centro de un círculo y reflexionaron sobre el sentido de “pedir permiso”.

Ese pequeño ritual conectaba lo emocional con lo trascendente, sin apenas detenerse en lo racional. Tuve la sensación de que, de rebote, no sólo fortalecía vínculos identitarios sino que también estimulaba la abstracción y la síntesis.

Algo parecido a lo que experimenté ayer en la VI Jornada Pedagógica organizada por la Fundación Escuela Vicenciana, donde 140 docentes compartieron una especie de acto de final de curso para el profesorado.

Una jornada cargada de formación e intercambio de experiencias, pero también de símbolos y rituales. ¡Qué importante es la expresión simbólica de los sentimientos y las convicciones!

Tuvieron la amabilidad de regalarme dos objetos simbólicos que repartirían al final del día: un pequeño cofre del tesoro y una botella con un mensaje dentro: la carta de agradecimiento de un alumno a su maestra.

Inmediatamente supe dónde iba a colocarlos: en la vitrina donde guardo mi homenaje a Tintín. Ambos símbolos encajan perfectamente con las aventuras del personaje, uno de los paisajes en colores que guardo en la memoria de mi infancia.

 

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