Este verano, en lugar del habitual novelón de seiscientas páginas con el que me suelo equipar, me apetecía releer alguna cosa de Isaac Asimov.

En su momento devoré un montón de libros de este autor. Probablemente no era un literato excelente, pero a mí me tenía fascinada con sus robots y sus fundaciones.

Leyendo a Asimov revivía las mismas sensaciones que en mi adolescencia me había provocado Julio Verne. La mezcla de aventuras y explicaciones o especulaciones científicas me resultaba irresistible.

De manera que estoy releyendo y acabando Anochecer, la novela que escribió mano a mano con Robert Silverberg.

Y me ha vuelto a encantar. Refleja de una manera magistral una de las emociones más poderosas de los seres humanos: el miedo.

Todos los colores del miedo: a lo desconocido, a equivocarse,a no dar la talla, a perder prestigio… se van sucediendo entre personajes arquetípicos: el astrónomo, el periodista, la arquóloga, el psicólogo.

Y detrás de la cortina del miedo, la amenaza del fanatismo, del fundamentalismo.

¿Cómo puede ser que una novela tan cinematográfica no haya generado ninguna película?

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