¿Va a ser posible una Europa de la ciudadanía y no sólo de la economía? ¿Vamos a poder resolver juntos las desigualdades sociales que nos afectan a todos y que son imposibles de abordar sólo desde cada país?

Estuve en las Jornadas Cívicas Europeas que se desarrollaron en Málaga el 7, 8 y 9 de mayo. Estuvieron organizadas por un colectivo de 13 asociaciones y plataformas sociales españolas, lideradas por la Fundación Cives. Participé en un panel predicando el aprendizaje servicio como herramienta útil para las asociaciones de voluntariado.

La verdad es que disfruté mucho de este encuentro, por la calidad y la calidez de las personas, las asociaciones y sus proyectos. Puestos a reposar las reflexiones, y a la espera de leer detenimadente las conclusiones, avanzo las cuatro ideas principales que me resuenan:

  1. La Europa política está enferma. Enferma de proteccionismo, de xenofobia, de falta de liderazgo, de yuxtaposición de crisis… con el resultado de deslegitimación colectiva (Pau Solanilla).
  2. No hay una identidad europea común. Hemos superado los antagonismos entre identidades nacionales que se resolvían por la fuerza, pero no hemos superado el listón del mercado único y la unión monetaria (Josep Borrell).
  3. Frente a este descrédito, las asociaciones y las ONG pueden rehabilitar la política (Jean-Marc Roirant) y contribuir a construir una identidad europea ciudadana, la que necesitamos para enfrentarnos juntos a necesidades y desigualdades que ya son globales. Las asociaciones pueden y deben construir Europa de abajo a arriba.
  4. Para movilizar a la ciudadanía es necesario, entre otras cosas, que las asociaciones y ONG estimulen también la participación activa de los más vulnerables, de las personas a las que ayudan y defienden (Carlos Susias), de manera que no las consideren sólo destinatarias del estado del Bienestar, sino protagonistas activas del mismo, constructoras de un relato personal y colectivo al mismo tiempo.  

Creo que la identidad europea ciudadana debería ayudarnos también a levantar la mirada de nuestro ombligo, de donde no van a salir las soluciones, sino más bien los problemas.

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