El viernes 3 de abril tuvimos un estupendo encuentro el grupo de trabajo de Ciudadanía y Globalización del Consejo Asesor de Fundación Esplai. Fue muy rico, tanto por el debate conceptual como por el placer de vivir las discusiones con afecto y sentido del humor.

Por ejemplo, se generó una buena polémica con el concepto de decrecimiento sostenible. En definitiva, los defensores del decrecimiento se basan en la indiscutible constatación de que los recursos del planeta son limitados, y que la cultura del consumo exagerado nos lleva al colapso. Por tanto, hay que empezar a creer y a practicar que podemos ser felices con menos.  

Pero también los que no ven claro lo del decrecimiento tienen sus razones: en un sistema económico basado en el consumo, en el crecimiento económico, no es realista pensar en no crecer -porque eso condenaría al paro y a la pobreza- sinó que hay que crecer de la manera menos agresiva posible con el planeta. Un ejemplo: más que pensar en prescindir del automóvil, hay que pensar en fabricar automóviles no contaminantes.

Yo me apunto al decrecimiento sostenible. Como horizonte, como línea a seguir, y como sinónimo de desarrollo inteligente. Aunque tengamos contradicciones, aunque no podamos eliminar de un plumazo industrias devoradoras de recursos energéticos: ya hemos sido capaces de aceptar que el tabaco -¡toda una industria!- es nocivo, e intentar sustituirlo por otros cultivos.  Empezamos a  prescindir de las bolsas de plástico,  a reducir la velocidad para reducir las emisiones de CO2,  a prescindir de embalajes excesivos. Nos queda un largo camino, pero algo es algo.

Sin duda, de las tres o cuatro erres, la más dura es la R de reducir. Como la A de austeridad, o la M de modestia. Dos reflexiones interesantes: Que lo hermoso sea poderoso, de Ramon Folch y Objetivo Decrecimiento, del Colectivo Revista Silence.

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